viernes, 14 de abril de 2017

El gran flagelo deportivo

Deportivo Marapa recibió una sanción monetaria por los incidentes producidos el último domingo frente a El Galpón (Salta), por el Torneo Federal C, siendo la resultante de una serie de violentos episodios en el Sur que dan más que hablar que el buen presente futbolístico.
La disputa más pura y única: la de la pelota, dentro de la cancha (foto: Fulbolero).

Hay que dejar de lado la etapa histórica que vive el fútbol tucumano, que metió a un equipo del Norte del país por primera vez en una Copa Libertadores, para retratar el buen presente por el que atraviesa en la última división de los torneos de AFA, por parte de los indirectamente afiliados (interior entero). Deportivo MarapaJorge Newbery y Deportivo Aguilares son sinónimos de elite futbolística en la zona austral de la Provincia, y el Federal C es el escenario en el cual estos tres luchan por un sólo ascenso. Y lo luchan, lamentablemente, en todo sentido.

La quita de dinero por parte de la Asociación del Fútbol Argentino a Marapa nunca llega en un buen momento, a sabiendas de las penurias económicas que sufren todos los equipos de este nivel. Sin embargo, para la más estricta visión, también viene muy bien como llamado de atención a los tres equipos (compréndase dirigencia, cuerpo técnico, jugadores, y sobre todo para los hinchas), que se vieron envueltos en conflictos, tanto entre ellos, como en el caso del equipo salteño de El Galpón.

La luz de esperanza del definitivo cese de estos choques absurdos tuvo dos puntos claves por estas latitudes en los últimos meses: el muy llamativo aplauso de los seguidores de Newbery, a minutos de ver a los suyos derrotados en la memorable semifinal de la Liga Tucumana del último año, nada menos que a los solitarios jugadores de Deportivo Aguilares; y en segundo lugar, el excelente lazo que consiguieron los tres mencionados en esta nota con su par de Deportivo El Crestón, el rival restante en la Zona 10, por la hospitalidad mutua con los equipos tucumanos cada vez que se enfrentaron.

Sin embargo, dichos acontecimientos fueron rápidamente opacados: la trunca final del Celeste de Aguilares como local ante Atlético Tucumán, en la que hubo notorias irregularidades (pero eso es otro debate), y la muy mal entendida rivalidad entre los del Sur, derribaron esa esperanza. La acusación de Ricardo Elías (presidente de Dep. Aguilares) de malos tratos por parte de la gente de Newbery en su estadio, la agresión a un dirigente del Aviador en Alberdi cuando se enfrentaron el León y el Rojo, las amenazas en la que se vio involucrado el delantero Sebastián Dip, determinan un círculo vicioso en el que se ve encerrado el juego en los últimos tiempos.

En la sociedad argentina (entera, no vaya a creer que el Sur tucumano es la capital de la violencia en el fútbol) está enquistado ese concepto, el que reza "soy más guapo que vos, en mi casa no entra nadie", que no hace más que establecer un "ojo por ojo" ridículo, que aleja cada vez más a las familias de algo tan sano y tan apasionante como supo ser el fútbol, y que convierte a sus propios equipos en los principales rivales y escollos con vistas a conseguir un objetivo histórico, como el que está a la vuelta de la esquina, más allá de reafirmar al Jardín de la República como una de las sedes más fuertes del país. Si tan sólo supieran que se ganaron el respeto total por ser los primeros en llenar de solidaridad a las víctimas de las inundaciones...



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